domingo, 21 de abril de 2019

It's the end of the world

Cada martes. Cada diciembre. Cada noche. Casi forma parte de mi. No me sorprendería su llegada, la he planeado de cien formas diferentes. Ya he vivido el fin del mundo. He presenciado miles de apocalipsis. Destrucciones masivas. Es casi una parada más de mi rutina. He pasado por tantos finales que no creo que queden mundos que puedan ser destrozados. Vivo en las ruinas de mi décimo planeta, sin tener la fuerza suficiente para avanzar al siguiente, intentando juntar escombros bajo los que esconderme, lejos de todo. El fin del mundo tiene consecuencias. Todo cambia. Aunque he intentado colgar carteles y pancartas, nada ha servido. Espero el momento en que llegue un nuevo fin del mundo, a veces parece que llega uno cada vez que digo un poco la verdad. Tal vez la próxima sea una explosión, y mi galaxia, acostumbrada a las implosiones, se estrelle en una destrucción brutal. Podría no sobrevivir, podría no importarme. A veces desentierro el cuaderno verde y entro en contacto con todo y me abruma y al mismo tiempo es ridículo. Me he superado, para bien y para mal, no sé si odisrme o estar orgullosa, a veces hago ambas cosas y a veces ninguna. ¿Qué lugar me corresponde en un mundo destrozado? O peor, ¿tengo lugar en uno que no lo esté? Soy todos mis seres mitológicos y es horrible recibir todos sus castigos, pero es todo solo un mito. Un cuento que decora el pasado, una reinterpreración para entretener. Es lo que soy en algún lugar de mí. No puedo ni responderme ni reconstruirme. Mi misión es esperar de nuevo el fin del mundo.

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