lunes, 21 de noviembre de 2016

Mi mejor amigo.

Él sonríe victorioso y me tiende la mano. Sabe que al final él es la única constante que tengo. Sabe que aunque me duela es mi único refugio, mi cárcel. Y tomarle la mano es cómo recuperar un viejo hábito, como volver a esconderse bajo las mantas. Lo sabe. Lo sabe todo acerca de mí. Supongo que por eso es mi mejor amigo.

Heridas de guerra.

No sé si le ocurre a los demás. Pero a veces, cuando una bala te alcanza en pleno estómago, cuando sientes como te destroza por dentro, quieres llorar, rendirte, dejarte caer y retorcerte de dolor. Pero no puedes. No puedes  porque estás en medio de la batalla y si te detienes morirás. Y pueden alcanzarte mil balas más, y sentirás cómo tus tripas estallan dentro de tu cuerpo, y el dolor se hace más presente y más notorio. El dolor tratará de escalar por tu garganta. Pero debes tragar, aguantar y hacer ver que no te afecta, porque estás en plena guerra y ese segundo de debilidad puede ser el último.

viernes, 18 de noviembre de 2016

La banda sonora de la crueldad.

Corre dejando tras de sí un rastro de muerte y destrucción.
Pero no le importa.
Lo árboles caen moribundos a sus pies, implorando.
Pero ni siquiera los escucha.
Destroza todo lo que se interpone en su camino.
No hay ni un rastro de remordimiento en su inexistente conciencia.
Ni un rastro de luz en sus ojos.
Alcanza el corazón del mundo y con el simple roce de sus dedos hace que todo desaparezca.
Sonríe.
Y poco a poco, en medio de toda esa destrucción, su sonrisa se torna en carcajada.
La banda sonora de la crueldad.
Su risa vacía es el último sonido de la última nada de lo que alguna vez fue el hogar de alguien.
Por un instante, una chispa aparece en sus ojos, solo por un instante.
Inmediatamente después se encamina hacia su próxima destrucción.