Corre dejando tras de sí un rastro de muerte y destrucción.
Pero no le importa.
Lo árboles caen moribundos a sus pies, implorando.
Pero ni siquiera los escucha.
Destroza todo lo que se interpone en su camino.
No hay ni un rastro de remordimiento en su inexistente conciencia.
Ni un rastro de luz en sus ojos.
Alcanza el corazón del mundo y con el simple roce de sus dedos hace que todo desaparezca.
Sonríe.
Y poco a poco, en medio de toda esa destrucción, su sonrisa se torna en carcajada.
La banda sonora de la crueldad.
Su risa vacía es el último sonido de la última nada de lo que alguna vez fue el hogar de alguien.
Por un instante, una chispa aparece en sus ojos, solo por un instante.
Inmediatamente después se encamina hacia su próxima destrucción.
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