martes, 26 de mayo de 2015

Nunca tuve más clara mi inocencia.

No te culpo por no querer ser esclavo de la luna.
Ser esclavo de los astros es duro y mal pagado.
Te culpo por declararte libremente amante del amor sin serlo.
Por no cumplir las promesas ni antes ni después.
No te culpo por la prisión en la que te encuentras.
Ni por la profundidad del agujero en el que estás.
Te culpo por rechazar la mano amiga.
El consejo de alguien, tal vez no más sabio.
Te culpo por las mentiras que hiciste falsas verdades.
Te culpo por usar la ira acumulada contra el ser inocente.
Te culpo por el morado doloroso dentro de los tonos rosados.
Te culpo por el porcentaje que ingerías cada noche.
Te culpo por denegar de tus tareas genéticas.
Te culpo por la agresividad de tus verbos y gestos.
Te culpo por los años en los que te protegí.
Te culpo por crear a mi fiel acompañante en la niñez.
Te culpo por tus crímenes, porque son crímenes.
Te culpo por más de mil litros salados.
Te culpo por obligarme a ser fuerte.
Te culpo por la crueldad que me enseñaste.
Te culpo por aquellas sesiones en un aula diminuta.
Te culpo por tu peso sobre mi espalda.
Te culpo por obligar a madurar violentamente.
Te culpo por aquellas navidades sin navidad.
Te culpo por veranos convertidos en infiernos.
Te culpo por las tazas para el agua.
Te culpo por los cientos de latas.
Te culpo por las toallas usadas que fingían ser almohadas.
Te culpo por las madrugadas observando la luna.
Te culpo por los escalofríos hirientes.
Te culpo por... Maldita sea, por un millón de cosas.
Desataste la ira del yo más pacífico y lo derrumbaste con dolor.
Pero juro, que por más que duela, tuya es mi sangre.
Y los buenos recuerdos que asustados, se esconden en un rincón de mi mente,
sirven sólo para causar aún más dolor.
Porque aún confío en que nunca has conocido al monstruo que habita en tu interior.

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