Tobi se despertó sobresaltado por el sonido de la puerta. Miró la hora, las dos menos veintitrés de la madrugada, ¿Quién demonios llamaba a su puerta tan tarde? Se levantó y se puso un jersey antes de bajar las escaleras y abrir.
-Emily...- La chica estaba en su puerta, con las piernas temblorosas y los ojos llenos de lágrimas.- ¿Qué ocurre?
Emily abrió la boca, como si fuera a hablar, pero en vez de eso se desplomó en la entrada, ocultando el rostro entre las manos. Tobi adivinó que lloraba por el movimiento de sus hombros. Se agachó junto a ella, le acarició el pelo y después la cogió en brazos y, cerrando la puerta tras de si con un leve empujón de la pierna, depositó a la chica en el sofá del salón cubriéndola con una manta. Se alejó un par de minutos y volvió tras el "click" de un microondas.
-Ten.- Emily cogió la taza llena de chocolate caliente que el chico le ofrecía. - ¿Estás más calmada ahora?
Ella hizo un gesto afirmativo con la cabeza y procedió a tomarse el chocolate en silencio, dando pequeños sorbos que le dejaron un bigote marrón sobre los labios que limpió con el dorso de la mano una vez hubo terminado.
-Perdona.- Emily hablaba con voz débil y temblorosa.- Por venir aquí, así y a estas horas. Siento haberte despertado.
-No importa. ¿Quieres hablar de ello?
-Creo que... Mejor hoy no.
-Tranquila.- Tobi le brindó una de aquellas sonrisas que siempre lograban hacer que ella sonriera también un poco.- Sabes que estoy aquí, para cuando tu quieras.
-Lo sé.- Contestó ella acurrucándose en la manta.- Y sabes que te la agradezco. Sin ti no se si seguiría viva.
-Lo sé.- Susurró Tobi a su vez besándole la frente. Y después volvió a hablar con el tono alegre de siempre.- ¿Te quedas a dormir?
-Sí, gracias.
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