jueves, 9 de mayo de 2019

Welcome to my dark side

En realidad lo estoy viendo. Entiendo los motivos que os preocupan – los que os preocuparían si fueseis conscientes – y por qué queréis calmarme. Soy consciente de todo. Sé que podría trabajar más duro en arreglar esto, en intentar arreglarme. Pero la mayor parte del tiempo lo único que quiero es evadirme, y hay una parte de mi, la parte egoísta, la pequeña parte que no se preocupa por el qué dirán o por cómo me juzgareis, que se lanzaría de cabeza al precipicio, que se evadiría hasta desaparecer, hasta que la niebla de mi cabeza fuese tan espesa que no pudiese – que no quisiese – ver nada. Y llevo semanas caminando en medio de la niebla, recreando todos mis planes en mi imaginación, recreando las mil malas decisiones que me harían dejar de sentirme así, al menos unos minutos, unas horas, y daría todos mis vasos sanguíneos por solo unos segundos. No sé por qué parece ir a peor, a veces tengo miedo. He marcado el número más de veinte veces el último mes, pero nunca llego a descolgar. La realidad se me escapa de las manos y hay momentos en los que tengo que tirar el ancla y aferrarme con uñas y dientes para darme cuenta de que estoy en ese mismo momento, de que soy. Es una tortura. Empezó hace un par de meses, me asusté al ver que mi mano parecía irreal, fueron seis minutos horribles, no sabía que hacía aquello unido a mi cuerpo, con aquella forma tan extraña. Al mismo tiempo sabía exactamente lo que era. A veces me pregunto por qué será, que a pesar de que todo mi ser tiemble, grite, llore, se convulsione y entre en pánico, siempre hay una pequeña y oculta parte de mi que se encuentra en calma. Como si fuese consciente de todo, como si se hubiese subido a un ciruelo a esperar, como si estuviese en una caída libre tan larga que se ha acostumbrado y ya no le impresiona lo más mínimo. Me intriga, cómo es posible sentir cosas tan diferentes, vivir experiencias tan distintas, a un mismo tiempo, en un mismo cuerpo. La palabra mágica, el enemigo que no necesitaba ahora mismo, el enemigo al que le abro las puertas de par en par y al que lloro cuando me apuñala de frente. No me hagas esto. No me des otro motivo, por estúpido que sea. Qué demonios soy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario