Las montañas rusas me marean. Y yo misma soy la mayor montaña rusa que conozco. Atravesando la sala de los espejos y la casa del terror. Paso por la zona de los helados y por el túnel de amor. Y me falta el aire. Soy una fábrica de tonterías y un almacén de explosiones. Y guardo un tesoro desde los pies hasta el cuello, hasta la punta de mis dedos, y de ahí hasta el alma. Y es lo único que no comparto. Soy confusión constante también. Un búho. Y soy quien se mete bajo la almohada. Duermo de lado y me abrasa el aire caliente. Si miro el techo no duermo, es demasiado interesante. Soy como un peso sobre los hombros, aunque hablo más. Soy un desvarío constante que no sabe lo que dice. Persigo las palabras, porque siempre me faltan cuando siempre me sobran. Y añoro siempre la cálida sensación de su tacto. Tengo un vertedero por cabeza, y me temo que hoy no he dado cuerda a mi torpe corazón. Elijo morir antes, elección cobarde. Elijo la eternidad como modo de vida. Chikorita, te elijo a ti. Me disculpo por mi falta de elegancia, no tenía ropa interior de seda. Me he fijado en que hay mujeres que mueven mucho el culo al caminar. Tengo frío en pleno verano. 1,16. He decidido que me gustan los congeladores industriales. Verá señor, quiero reservar este instante, en color beige, si no le importa. Voy a tener un millar de voces distintas que sólo respondan a una. Y gritaré en susurros que me aferro al rojo y alimento mi amor con besos. He vuelto a matar a uno de los míos. Tengo restos de caracol bajo el pie. Sólo pretendo ser una declaración constante. El dedo meñique del pie corre peligro. Por tu seguridad, ponte zapatos.
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