-¡No abras la puerta! ¡Detente!
Sigo llorando y temblando. Pero lo he hecho. He abandonado mi estado de inútil invisibilidad. He cogido la mano de Miedo y he salido de mi escondite junto a él, mi querido amigo. Y mis gritos han hecho que se detenga y se gire en mi dirección. Se lleva las manos a la capucha y la baja lentamente, dejando al descubierto su afilada sonrisa. Debí haber supuesto que sería él. El horrible ser sin nombre que salió de la puerta incolora. Es tan hermoso y a la vez tan horripilante que me parte el corazón.
-Te estaba esperando.
Su voz se desliza por el suelo y las paredes, estallando en el techo. Como un grito demoledor, pero suave. Clava sus ojos en mí. Me recorre un escalofrío y no sé qué hacer. Miedo aprieta más fuerte mi mano. Él avanza hacia mí, despacio, haciendo resonar sus pisadas. Quiero retroceder, pero no lo hago. conforme él avanza Miedo va separándose poco a poco de mí. Ahuyenta incluso a Miedo. Y cuando Miedo se marcha, todos se marchan con él. Dejándome sola.
-¿Por qué me esperabas?
Mi estúpida curiosidad se manifiesta con fuerza aún cuando mi instinto y todas mis cicatrices me gritan que corra. Da igual. Ya he corrido suficiente. No me estoy quedando por valentía, no estoy siendo fuerte, es todo lo contrario. Estoy rindiéndome al enemigo, entrgándome. Y su preciosa sonrisa, a escasos centímetros de mí, esta desgarrando todo mi ser. Estira el brazo, y toma entre sus dedos un mechón de mi pelo, llevándoselo a los labios para besarlo. Me retuerzo por dentro. Estalla cada rincón de mi mente, y aquello que llamamos alma me abandona. Hace callar a mi conciencia, y resbalan mares por mis mejillas. Él se ha colado en mi mundo roto, como si nada, y ha pretendido abrir mis puertas. Quiero gritar, morir, llorar, matarlo y amarlo, todo al mismo tiempo. Coge mi mano, La que hace solo unos instantes sujetaba Miedo, y me muerde. Quiero atacarle, pero no soy capaz.
-He venido a sembrar el caos en tu mundo roto.
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