Quería hacerlo.
Quería correr y arrancarte las alas con las que huías de mí.
Quería derribarte, encarcelarte y torturarte.
Quería arrebatarte la vida y la libertad.
Quería ponerme tus ropas y vestir tu rostro.
Quería ser tú.
Quería que experimentases la crueldad de ser quién soy.
Si tan solo fuera tan fácil como lanzarme contra ti y quedarme con todo lo que es tuyo.
Pero no, cuando lo hice no sirvió de nada.
¿Por qué sigues siendo libre?
A pesar de todos mis esfuerzos.
A pesar de que he intentado condenarte a llevar mi vida.
A pesar de que todos pensaron que eras tú cuando era yo.
He pasado ya mil noches intentando averiguar como es posible.
Tú, reducido a nada en una celda olvidada sigues siendo más libre que yo caminando al fin en el exterior.
Y esta, la última noche, temo haber descubierto la verdad.
Por mucho que te encierre, nunca podré quitarte tu libertad.
Y por mucho que corra, nunca conseguiré ser libre.
Nunca conseguiré ser como tú.
Así que aquí es donde me despido. Aquí es donde nos libero a los dos, hermano.
Aquí es donde tu vida sigue y la mía termina.
Porque mi única libertad es la muerte.
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