miércoles, 22 de febrero de 2017

Amistad.

Suelo pensar en mis amigos (cuando pienso en todos) como en un campo de batalla con distintos bandos agrupándose a mi alrededor.
El campo de batalla representa a los amigos perdidos en combate, a los amigos de siempre, los amigos de ahora y las nuevas personas que con o sin quererlo parecen reclamar un hueco en mi corazón.
Antes no era un campo de batalla, era un castillo con varias murallas y sus habitantes se organizaban de fuera a dentro, según su importancia en mi vida.
En cierto modo ahora es más triste, las murallas permanecen en el campo de batalla como líneas pintadas en el suelo, pero hay conflicto. Hay bandos que prefieren pasar por alto la existencia de otros, personas que no pueden verse unas a otras. A veces siento que tengo que dividirme para tratar de ser leal a todos y protegerlos a unos de otros.
Sé perfectamente que no todos ellos sienten los mismo por mí, ni yo siento lo mismo por todos ellos. Pero una vez soñé con unirlos a todos en una tregua, por mí, siendo egoísta. Y lo hicieron. No os hacéis una idea de lo feliz que fui cuando aceptaron. Aunque la vida no es un sueño, estaban en el mismo sitio pero no estaban juntos. Eso era demasiado pedir, incluso yo lo sé.
A veces echo la vista atrás, para recordar a todas esas personas a las que les regalé una vez mi corazón y ellos ni lo miraron o se lo quedaron para ellos, y tengo miedo. Dicen que confío en la gente con demasiada facilidad y que llamo amigo a cualquiera que me regala una sonrisa y una buena tarde. A veces me da miedo volver a elegir mal. Porque sí, tengo amigos que sé que tal vez no merezcan ser llamados así, pero no podemos elegir a quién queremos.
Y yo soy la primera idiota que no es capaz de mandar de vez en cuando un puñetero Whatsapp para preguntarles como les va la vida, pero también soy la idiota que les acoge siempre que puede, que les da la forma de amistad que cada uno necesita.
A veces pienso en la clase de amigos que tengo y me enfado. Y a veces pienso en la clase de amigos que tengo y lloro de felicidad. Nadie es perfecto.
A veces echo de menos amigos del pasado, o lo fácil que era antes mantener una amistad cuando los veías en clase todos los días.
Sí, tal vez ahora sea más complejo y a veces incluso doloroso el mantener las amistades. Pero no me arrepiento. No quiero renunciar a ninguna de las personas que me importan a día de hoy.

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