Suelo pensar en mis amigos (cuando pienso en todos) como en un campo de batalla con distintos bandos agrupándose a mi alrededor.
El campo de batalla representa a los amigos perdidos en combate, a los amigos de siempre, los amigos de ahora y las nuevas personas que con o sin quererlo parecen reclamar un hueco en mi corazón.
Antes no era un campo de batalla, era un castillo con varias murallas y sus habitantes se organizaban de fuera a dentro, según su importancia en mi vida.
En cierto modo ahora es más triste, las murallas permanecen en el campo de batalla como líneas pintadas en el suelo, pero hay conflicto. Hay bandos que prefieren pasar por alto la existencia de otros, personas que no pueden verse unas a otras. A veces siento que tengo que dividirme para tratar de ser leal a todos y protegerlos a unos de otros.
Sé perfectamente que no todos ellos sienten los mismo por mí, ni yo siento lo mismo por todos ellos. Pero una vez soñé con unirlos a todos en una tregua, por mí, siendo egoísta. Y lo hicieron. No os hacéis una idea de lo feliz que fui cuando aceptaron. Aunque la vida no es un sueño, estaban en el mismo sitio pero no estaban juntos. Eso era demasiado pedir, incluso yo lo sé.
A veces echo la vista atrás, para recordar a todas esas personas a las que les regalé una vez mi corazón y ellos ni lo miraron o se lo quedaron para ellos, y tengo miedo. Dicen que confío en la gente con demasiada facilidad y que llamo amigo a cualquiera que me regala una sonrisa y una buena tarde. A veces me da miedo volver a elegir mal. Porque sí, tengo amigos que sé que tal vez no merezcan ser llamados así, pero no podemos elegir a quién queremos.
Y yo soy la primera idiota que no es capaz de mandar de vez en cuando un puñetero Whatsapp para preguntarles como les va la vida, pero también soy la idiota que les acoge siempre que puede, que les da la forma de amistad que cada uno necesita.
A veces pienso en la clase de amigos que tengo y me enfado. Y a veces pienso en la clase de amigos que tengo y lloro de felicidad. Nadie es perfecto.
A veces echo de menos amigos del pasado, o lo fácil que era antes mantener una amistad cuando los veías en clase todos los días.
Sí, tal vez ahora sea más complejo y a veces incluso doloroso el mantener las amistades. Pero no me arrepiento. No quiero renunciar a ninguna de las personas que me importan a día de hoy.
miércoles, 22 de febrero de 2017
sábado, 11 de febrero de 2017
Empezar de cero.
Quiero hacerlo. Tratar de olvidar nuestro fatídico pasado y empezar de cero. Pero no sé bien cómo hacerlo contigo. Siempre me han dicho que me parezco a ella en el físico y a ti en el carácter, que a veces pongo la misma voz que tu hermana. ¿Sabes? He tratado de revelarme contra ello desde hace años, porque no quería parecerme al tú que te has dejado ser. Porque yo sé que podrías haber sido mucho, muchísimo más. Sí, me duele, porque si hubieses querido de verdad luchar por un nosotros tal vez habrías sido otra persona, tal vez habrías seguido siendo mi padre. Y sí, ahora eres ese hombre cuya sangre corre por mis venas y del que he heredado partes de mí. Ahora está sonando esa canción que convertiste en mi favorita mientras conducías. A veces echo de menos los momentos en los que te hablaba y tú usabas alguna de mis palabras para ponerte a cantar en vez de responder, echo de menos verte silbando en la cocina y sonriendo de verdad, echo de menos verte sobrio y de buen humor, echo de menos cuando dibujabas las invitaciones de mi cumpleaños o los sobres de mis cartas para papá noel. Echo de menos el sentimiento de tener un padre, aunque ahora tenga algo parecido. Sé que fui yo, para sorpresa de todos, quien estalló y te apartó al fin de nosotras. Tal vez pienses que fue sencillo, pero fue de lo más difícil que he hecho en mi vida. Sé que no eres plenamente consciente de todo lo que has hecho, de las veces que he reprimido mi miedo para salvarte el culo, de las madrugadas que hemos pasado al teléfono porque tú no estabas ahí. Eramos niñas, tal vez lo olvidaste, necesitábamos un padre que nos protegiese, no uno al que proteger y del que protegerse. Y de verdad que confío en que podamos volver a tener una mínima relación, porque aún quiero ayudarte. Pero no quiero volver a tener que largarme de un bar del pueblo porque no has sido capaz de controlarte y has tratado de reprocharme a mí el haberme distanciado de tú familia. ¿Por qué tenemos que ser nosotras quienes nos esforcemos por mantener el contacto con tu familia? Tal vez, si hubiésemos sentido amor por su parte no lo veríamos como una obligación o algo que llevar a cabo por pena. Además, tú no tienes derecho a reprocharme nada, a ninguna de las dos. Porque sí, echo de menos al padre que solías ser cuando todo en tu cabeza iba bien, pero no creas que he olvidado todo lo que has hecho. Mis ojos han tenido que ver cosas que ninguna niña debería ver, he escuchado cosas que ninguna niña debería escuchar jamás y nos has hecho pasar por momentos por los que nadie merece pasar siendo un niño. No puedes soltarme un reproche y pretender ganar esa batalla o no enfurecerme. Te he dado cientos de oportunidades a lo largo de mi vida, y quiero darte más, pero al menos deberías intentar apreciarlas. Solo te pido cordura. Porque necesito que la tengas.
jueves, 9 de febrero de 2017
Evasión de ti.
Voy a desaparecer hoy de tu existencia,
no sin antes darte las buenas noches.
No quiero que pienses que me marcho y te abandono,
aunque sea precisamente eso lo que hago.
Pero no quiero que recuerdes la cobardía que me empuja ahora,
cuando te escribo una carta que probablemente nunca leerás,
que probablemente nunca sacaré de mi bolsillo.
Quiero que recuerdes cómo solíamos ser,
cómo soliamos dejarnos llevar por la marea de la alegría
cuando ignorábamos que el final se acercaba poco a poco.
Esos son los recuerdos que me han mantenido a tu vera estos meses,
los recuerdos por los que no soy capaz de decirte la verdad,
por miedo a remplazarlos por el dolor que supone una verdadera despedida.
Pero tengo que hacerlo,
si no me voy ahora nos precipitaremos al vacío.
Aún no te has dado cuenta, pero sé que lo sabes,
nos hemos evadido tanto del resto del mundo que hemos estado a punto de fundirnos en el otro.
Tal vez cuando despiertes y no me encuentres te cueste entenderlo
pero en algún momento lo comprenderás.
Estoy intentando salvarnos a base de evadirme de ti y fundirme con el mundo.
no sin antes darte las buenas noches.
No quiero que pienses que me marcho y te abandono,
aunque sea precisamente eso lo que hago.
Pero no quiero que recuerdes la cobardía que me empuja ahora,
cuando te escribo una carta que probablemente nunca leerás,
que probablemente nunca sacaré de mi bolsillo.
Quiero que recuerdes cómo solíamos ser,
cómo soliamos dejarnos llevar por la marea de la alegría
cuando ignorábamos que el final se acercaba poco a poco.
Esos son los recuerdos que me han mantenido a tu vera estos meses,
los recuerdos por los que no soy capaz de decirte la verdad,
por miedo a remplazarlos por el dolor que supone una verdadera despedida.
Pero tengo que hacerlo,
si no me voy ahora nos precipitaremos al vacío.
Aún no te has dado cuenta, pero sé que lo sabes,
nos hemos evadido tanto del resto del mundo que hemos estado a punto de fundirnos en el otro.
Tal vez cuando despiertes y no me encuentres te cueste entenderlo
pero en algún momento lo comprenderás.
Estoy intentando salvarnos a base de evadirme de ti y fundirme con el mundo.
martes, 7 de febrero de 2017
Nada.
Es como te sientes cuando ves a todos a tu alrededor tejiendo un puente hasta sus objetivos mientras tu camino se funde en una nube de sueños imposibles. Cuando pareces ver tu juventud marcharse y dejarte atrás sin experiencias de verdad. Es lo que llena la rabia de saber que tal vez podrías ser algo y no estás siéndolo, por cien motivos y ninguno. Es aquello que eres cuando te abandonan la euforia, la determinación y las causas de ti. Aquello a lo que temes, esperas y añoras. La única respuesta a tus miles de preguntas. Lo que tu balanza dice que vales cada vez que sientes la necesidad de preguntarle.
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