La primera vez que escuché esa frase pensaba que decía "es la i de vida" y no entendía cómo una vocal que en mi opinión siempre había parecido débil podía tener tanto poder como para justificar todo aquello que parecía justificar. La i era el motivo que permanecía cuando ya nadie podía hacer nada más allá de resignarse, la i de la palabra vida. No sé exactamente cuanto tiempo mantuve esa idea antes de darme cuenta de que en realidad estaban diciendo "es ley de vida". Entonces volví a ver la i como antes, una vocal débil y empecé a ver la palabra ley como una palabra pequeño con un peso enorme, porque también me di cuenta de que, a pesar de ser la más fuerte y la única inquebrantable, la ley de vida no era la única ley. Las leyes, me explicaron en el colegio, eran normas de un país o una comunidad que se debían respetar para convivir. La ley de vida es la ley de la naturaleza. Las personas mueren, la gente se va, los amigos se pierden... Todo eso es ley de vida.
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