miércoles, 6 de marzo de 2013

Nelson: Capitulo 1

-¡Nelson, cariño, la cena esta lista!- Dijo desde la cocina, Dianne, la madrina de Nelson.
-¡Ahora bajo!- respondió Nelson.

Se había convertido en un joven alto, el pelo castaño y liso caía por su frente tapando sus ojos claros como el hielo que refleja el cielo azul, era ligero y rápido, un chico deportista pero no muy fuerte, con buenas notas en la escuela desde siempre, y a sus 19 años de edad jamás había logrado hacer amigos.
Después de "accidente" de sus padres, como sus padrinos lo llamaban, había estado viviendo con estos. Su padrino, Leo, era primo de su madre y lo había acogido sin pensarlo dos veces. Pero tanto su madrina como su padrino, se empeñaban en decir que había sido un "accidente domestico" tal vez por proteger la inocencia de Nelson, algo que resultaba completamente inútil ya que sus recuerdos de aquella noche estaban intactos, lo recordaba todo con una claridad casi dolorosa.

-Hola Leo- saludó Nelson entrando en la cocina al ver que su padrino había vuelto del trabajo- ¿que tal el trabajo?
-Hola chaval- respondió su padrino sonriendole con cariño- Nada del otro mundo, ya sabes, el aburrido trabajo de un oficinista.
-Supongo- contestó Nelson distraído sentándose a la mesa.
-¿Qué tal te ha ido a ti en la escuela, cielo?- pregunto Dianne sirviendo la cena- ¿Es difícil ingeniería?
-Si- dijo Nelson sin modestia- pero no para mi.
-¡Ese es mi chico!- exclamó Leo con orgullo -¡Bien hecho, chaval!

El resto de la cena transcurrió hablando de temas sin ningún tipo de importancia. Temas a los que  Nelson fingía prestar atención, cuando realmente estaba atrapado en un debate interno, decidiendo si era o no el momento. Decisión que tomó después del postre.

-Madrina, Padrino- Nelson solo los llamaba así cuando quería decirles algo importante- Quiero irme a estudiar fuera.

Bonita mentira.

Leo y Dianne se miraron durante unos instantes antes de que Dianne tomara la palabra:
-Bueno, Nelson, cariño, ya sabes que nosotros te queremos mucho- comenzó- y tu eres un chico muy listo y trabajador, pero no tenemos el dinero suficiente como para...
-No te preocupes por eso- interrumpió Nelson- tengo unos ahorros, y... Esta la herencia de mis padres...

¿Cómo habían respondido ellos a la pregunta de porque alguien tan rico como Peter Deeglas no hubiese dejado más herencia a su hijo que una cuenta bancaria prácticamente vacía a nombre de Nelson?  No lo habían explicado, se habían limitado a meter más dinero en dicha cuenta y no mencionar jamás la fortuna perdida de los Deeglas. Aunque Nelson también sabía acerca  de todo esto.

-Eso es cierto... - murmuro Leo- ¿cuando tenías pensado irte?
-Mañana sale el tren- contestó Nelson
-¿¡Mañana!?
-No os lo había dicho antes por que no me gustan las despedidas...
-Comprendo...- dijo Dianne- Bueno, ya eres mayor para tomar tus propias decisiones... ¿tienes alojamiento?
-Si- respondió Nelson
Y eso no era mentira. Un pequeño apartamento, en la capital, un apartamento que había pertenecido también a su padre y que este había puesto a nombre de su hijo sin que nadie supiera nada al respecto.

Minutos después, Nelson dejó la cocina y subió a acostarse.



A la mañana siguiente se despertó temprano, preparó su mochila rápidamente, cogió su copia de las llaves y se marchó sin decir adiós. Pero dejó una nota, para agradecerles el que cuidasen de el durante toda su vida, y para compensarles, por haberles mentido acerca de sus verdaderas intenciones.
Nelson no pretendía seguir estudiando, creía que con sus conocimientos le sería fácil encontrar un trabajo en cuanto se instalase, y después de encontrarlo, buscaría otra cosa, venganza, buscaría al "viejo". Había recopilado información los últimos años. Iba a encontrar a aquel que mató a sus padres, que robó su fortuna, iba a encontrarlo y a acabar con su vida de la forma más dolorosa que sus manos le permitieran, iba a torturarlo hasta aburrirse, no le importaba cuanto tardase, tiempo le sobraba.

Estación de trenes, las seis y cinco de la mañana, cinco minutos para la llegada del tren a la capital. Nelson entró en una tienda de rarezas con la intención de pasar unos minutos resguardado del frío de la estación. Rarezas de todo tipo, colmillos de animales, piedras preciosas, espadas con formas extrañas, una de ellas le llamó la atención, no una espada, una daga, pequeña, aparentemente normal, pero la empuñadura llevaba las letras "ND" como si estuviese hecha para el. Nelson la cogió del estante. 2 minutos para el tren. No había nadie en la tienda. Salió, ninguna alarma que delatase su robo. 1 minuto para el tren. Nelson guardo su pequeña daga en la mochila y espero unos instantes más hasta que el tren llegó, y subió, y se alejó con la esperanza de nunca volver.


  

2 comentarios:

  1. Me encanta!! Estoy deseando saber que pasa con esta historia :D No se muy bien de que va pero soy muy curiosa y tengo muchas ganas de saberlo :D

    Un beso!

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    1. ¡me alegro de que te guste! pues esta semana intento subir un capitulo, pero tengo que leer más de la tuya >.<
      abrazos!

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