lunes, 26 de octubre de 2015

Memorias epistolares

La empatía a veces me resulta un balazo en el estómago y otras una mano en el hombro. A veces es lo único que corre por mis venas, y a veces carezco completamente de ella. ¿Eso es lo que significa ser humano? Porque suelo preguntármelo. Si realmente todo el mundo tiene esta especie de mundo infinito y deforme en la cabeza, si solo soy yo la que encuentra interesantes cosas que, en realidad no lo son. A veces me pregunto si todo funcionan correctamente en la azotea y si he saltado en algún momento. Tal vez lo haya hecho, y en ese caso ¿He sido capaz de volar o me he estrellado contra el suelo? ¿Habré sido una especie de meteorito y mi impacto habrá alterado la realidad a mi alrededor? ¿Todo esto es real? O lo que es peor ¿Esta soy yo? ¿Quién soy? ¿por qué soy tan distinta de mi misma? Tal vez dejé algunos cables sin conectar, o simplemente la corriente no da para más, ni mi máquina del tiempo. ¿Por qué me pican los codos? Si hubiera tardado un segundo más en nacer, o tomado decisiones diferentes, ¿Sería otra persona? Los sentimientos que tengo ¿son reales? Las cosas que veo ¿de verdad son como las veo? ¿Por qué mi criterio es distinto al de otros? ¿Por qué no puedo respirar debajo del agua? No me interesan todas esas respuestas científicas y lógicas a las que yo misma puedo apelar en ocasiones. ¿Somos realmente unos seres que viven del amor? ¿Se nos enseña a querer a nuestros padres e hijos o les queremos por ser nuestros padres e hijos? ¿Cómo sería el mundo si yo no existiera? ¿Qué ocurrirá cuando muera? A veces tengo la sensación de que nunca va a dejar de pasar lo mismo. Así que voy a vivir eternamente bajo el agua, a pesar de que no sé nadar.

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