Estaba en otro mundo. No había tiempo ni lugares. Era... Indescriptible. Se te colaba en el pecho, como la música a todo volumen, estrellándose contra el corazón. Permanecía dentro de ti una infinidad de canciones, y todas ellas con acordes de sentimientos agigantados. Podrías llorar de felicidad, pero eso impediría a tus ojos contemplar el sonido. Tienes que venir conmigo. Ven, vamos. Tú y yo. Al mundo sin principio. Te prometo que no querrás volver. ¿Yo? Sólo he vuelto para llevarte conmigo.
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