Prologo:
Nelson jugaba felizmente con su pequeño oso de peluche, el Señor Sueño cuando este se coló por los barrotes de la cuna y cayó al suelo. Nelson estiró su manita para tratar de alcanzar a el Señor Sueño, pero su pequeño brazo no era capaz de alcanzarle, no era lo suficientemente largo.
Mientras Nelson trataba de alcanzar a su querido Señor Sueño, la puerta principal de la casa se abrió con un golpe. Kaelia, la madre de Nelson que dormía en el dormitorio contiguo al de su hijo, despertó sobresaltada. Peter, el padre de Nelson y esposo de Kaelia acudió al vestíbulo con la preocupación reflejada en su rostro. Y debía estar preocupado, dos hombres, grandes como armarios y vestidos de negro, entraron en la casa armados hasta los dientes.
-¡Estas jodido, Deeglas!- gritó el primero de ellos al ver a Peter -¡Bien jodido! ¡No debiste molestar al viejo!
Peter Deeglas los miró, y sin pensarlo un instante adoptó una posición de autodefensa.
-¡No jodas, Deeglas!- dijo el segundo de los hombres relamiéndose ¡Sabemos que la señora Deeglas y el pequeño Deeglas están aquí!
Peter no se movió ni un milímetro, los dos matones esperaron pacientemente el momento en el que el pánico inundara la mente de Peter, y llegó, pero no como ellos esperaban.
-¡Kaelia, coge a Nelson y vete!- gritó Peter instantes antes de lanzarse en un ataque suicida contra los dos gigantes.
Kaelia que estaba a punto de bajar las escaleras retrocedió ante el gritó de su marido y corrió hacia la habitación del pequeño Nelson que aun no había conseguido alcanzar al Señor Sueño. Pero no llegó a tiempo. Uno de los matones la agarró violentamente por el brazo y la hizo retroceder un par de pasos. Mientras el hombre retorcía su brazo, Kaelia pudo ver, durante unos segundos, el cuerpo ya sin vida de su marido. El otro matón lo arrastraba clavando sus dedos en el lugar donde, tan solo unos minutos antes, habían estado los ojos de Peter. El destrozo en el cuerpo de Peter no se limitaba a sus ojos, tenía el labio partido y el pelo teñido de sangre, sus piernas estaban dobladas de forma inhumana y Kaelia hubiera jurado que podía ver las costillas de su marido atravesándole la piel. No quiso ver más. Giró la cabeza y miró a su hijo, a su pequeño Nelson que, ajeno a todo, trataba aun en vano de alcanzar a su pequeño oso. Y Kaelia liberó su brazo. Fueron unos instantes, corrió, solo quería abrazar a su hijo una vez más, pero no llegó a tiempo. a escasos centímetros de la cuna, el matón se le tiró encima y le clavó un cuchillo en el abdomen, y luego en las piernas, apuñalando la repetidas veces, torturando también sus brazos, hasta que, cansado de jugar al macabro juego de apuñalar pero no matar, decidió jugar la ultima ronda en el cuello de Kaelia, causándole la muerte y dejando rodar su cabeza hasta un rincón en las sombras.
Y el brazo de Kaelia seguía extendido, tratando do alcanzar a Nelson como este había tratado de alcanzar al pequeño osito, fallando ambos en su empresa. Y Nelson, el pequeño Nelson, llorando porque su madre no le respondía, porque ya no le mostraba ni su sonrisa ni sus ojos ni su cabeza, llorando sin comprender realmente lo que sucedía.
-¿Que hacemos con el niño?- preguntó uno de los matones- el viejo no dijo nada acerca de el.
-No lo mates- contestó el otro- pero no lo dejes limpio.
El hombre que aun tenía las manos teñidas con la sangre de Kaelia, alzo su cuchillo una vez más. Y desde ese día, Nelson tiene cuatro dedos en la mano izquierda, y una cicatriz atravesando su torso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario