Qué le dices al viento.
Cómo conquistas al sol.
Cómo duermes a la luna.
Explícame de dónde vienes y a dónde vas.
Permite que me adentre esta noche en tu mundo.
Quiero conocer los laberintos de tus susurros,
el brillo de tus ojos y el tacto de tu espalda.
Quiero contemplar como le bailas al mundo,
como se arrodilla ante ti.
Quiero averiguar por qué, aunque lo intente,
mis ojos no se libran de tu rostro.
Deja que pase esta noche a tu lado,
tratando de comprender los mil y un misterios,
los cientos de preguntas,
los caligramas que crean tus pisadas.
Tal vez haya perdido la cabeza,
porque ya no soy capaz de pensar en la belleza sin pronunciar tu nombre.
Y ya no soy capaz de pronunciar tu nombre sin sentir terremotos.
Acéptame a tu vera tres instantes y cuatro momentos más.
Solo un poco más.
Porque ya no soy capaz de alejarme,
porque he aprendido a nadar para cruzar el mar que nos separa.
Y yo, a cambio, voy a explicarte
como las mil cartas que puse a tu nombre
terminaron en el cajón de la cobardía.
Voy a contarte, en esta última, que nunca conocerá ese cajón,
como tu primera mirada secuestró mi alma.
Si me lo permites, te leeré todos y cada uno de los versos que fueron tuyos
desde el momento en que supe que no había sido un secuestro.
Ahora, soy valiente y me arrojo al acantilado de tu garganta,
aún con el miedo de estrellarme contra la negación de tus cuerdas vocales.
Pero ahora, he entendido que sin riesgo de caída no se aprende a volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario