A veces, de pronto, todo deja de existir. No somos nada. El mundo se desvanece y se restaura el caos total. Entonces la azotea de mi cuerpo estalla y mil y un suicidas saltan hacia el cielo, se estrellan contra las nubes. Y un poeta destripado recoge sus últimas palabras, coleccionista de pilas gastadas. El mundo muere y revive y tiemblan todas mis paredes. El punto medio de todo cuanto he creado se distorsiona y las puertas cobran vida.
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